En el bosque seco murmura el viento,
Cálidos susurros acarician la hierba,
Olas doradas de la sabana,
Donde el sol arde implacable.
Las hojas crujen, quebradizas y marchitas,
Bajo el peso de un día abrasador,
Las flores, cansadas,
Derraman su esplendor y caen a la tierra.
El calor es denso y opresivo,
Se eleva de la tierra ardiente,
Envuelto en un abrazo sofocante,
Buscando refugio en la sombra.
Cada pétalo que cae lentamente,
Es un eco de la vida que se desvanece,
Un baile de despedida,
Entre el cielo azul y la tierra firme.
La hierba susurra historias de antaño,
De la lluvia que una vez la besó,
De verdes valles y ríos cantores,
Ahora solo recuerdos en el viento cálido.
El sol, implacable rey del mediodía,
Derrama su luz en un torrente de fuego,
Bañando el paisaje en un resplandor
Que arde con su fuerza y lágrimas.
Las flores caen como lágrimas de color,
Un tributo final a su efímera existencia,
Dibujan la tierra con un destello de vida,
En un mar de sombras y calor.
El viento continúa su viaje,
Mensajero de una época pasada,
Lleva consigo un perfume marchito,
Como un sueño de flores.
En este bosque seco y eterno,
Donde la hierba baila en el calor,
Y las flores caen como estrellas moribundas,
El sol se alza, brillante y solitario.
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