Tus ojos, gemas insondables,
Me arrastraron a un Edén de dolor mortal,
En tu sonrisa fría y sin corazón,
Se oculta el látigo de mi amor fatal.
Mujer, encarnación del destino,
Rosa negra de fragancia venenosa,
En cada beso tuyo, espada ponzoñosa,
Destilas la miel más amarga y ominosa.
Tu piel de alabastro, fría como la muerte,
Bebo la esencia del veneno y la condenación,
En tu abrazo mortal encuentro mi suerte,
En el tormento de tu amor tóxico, mi perdición.
Egoísta y cruel, así te concibo,
Diosa impía de mi existencia torturada,
Sobre tus crueles rodillas me doblego,
Y mi alma es consumida por tu poder.
Mujeres, diosas y demonios, mi tormento eterno,
Hallé alegría en tu cruel gobierno;
En tu abrazo infernal me siento salvaje,
El amor es muerte que me devuelve la vida.
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